resignificando en otros que escondieran su función de w'aka y no fueran perseguidos por el celo
eclesiástico, tanto que algunas de las piedras w'aka se convirtieron en las “piedras santos” (Oros
Rodríguez, 2015).
La invasión va a forzar el deslizamiento de las formas representativas prehispánicas a su
asociación con las representaciones religiosas europeas, y, en este sentido vamos a encontrar
que los nuevos objetos agregados por la cultura del invasor van a ser en algún momento
incorporados por la de los invadidos y a su vez simbólicamente resignificados dentro de sus
categorías rituales y religiosas, los santos se pasaron al indio.
La representación de los santos y sus animales tutelados a manos de artistas populares evidencia
un proceso de mestización en sus identidades particulares: los santos adquieren atributos de
otros santos y los animales de otras especies, es notable que en muchas representaciones de san
Juan Bautista, las ovejas que lo acompañan han sido modeladas o pintadas como vacas, tal vez
para ampliar la protección del santo hacia ese otro ganado y no como resultado de limitaciones
técnicas de los artistas. También es de considerar que al ser la vaca el animal de mayor valor
económico y prestigio social, su representación a manera de illa en los retablos podría significar
un mecanismo de aprehensión mágica de ese ganado.
La eficacia simbólica de la representación de los santos en compañía de los animales de los
cuales son protectores reside en un proceso secundario de identificación, tanto de los actores de
la cultura popular como de los generadores de la ideología dominante.
Así como a San Marcos se encomendó la tutela de los bovinos, a Santiago se encomendaron
los caballos. Si Santiago fue convertido en Santiago Matamoros en la lucha contra el árabe
durante la guerra de la reconquista, América lo convirtió en Santiago Mataindios. Este
personaje fue presentado como una especie de dios atronador, capaz de sembrar el terror entre
los aborígenes locales. Según relatos como el de Guamán Poma (1613), los propios pobladores
andinos terminaron asociando e identificando al santo español con la antigua deidad andina
Illapa, que era quien producía el rayo. En esta circunstancia, también al parecer jugó un papel
importante la invocación a Santiago que hacían los soldados españoles al lanzarse al combate
y al disparar sus arcabuces, el fogonazo salido de las armas ibéricas fue tomado por los rayos
de Illapa y la construcción mítica del personaje que baja de los cielos montado en su caballo
blanco lanzando rayos de fuego, fue pronto asociada a la presencia de esas armas desconocidas
antes de la llegada de los europeos.
Wachtel concluye la tesis de que las ideas religiosas se yuxtaponen y no se sincretizan. La
posibilidad de la adopción del culto de Santiago, “el que vino a matar a los indios”, en toda en
el área centro andina se da a partir de la representación material del santo que permite
convertirla en w'aka.
La tradición religiosa y ritual andina, vinculaba siempre a las w'akas con la reproducción
material y simbólica de la vida (Garcés, 2022), con las tareas rurales, con el manejo de la tierra
la siembra, la cosecha y la crianza de los animales. Las llamadas “illas” revisten especial interés
ya que a través de piezas líticas o cerámicas se representa a los animales, que pueden ser de
diferentes especies y cumplen la función de w'aka. Dice Bugallo (2013:38-39) que la inclusión